domingo, 25 de diciembre de 2016

Edgar Bayley, primera entrega


Al comienzo de toda razón


Recuerdo esta mañana o aquella espuma
la obstinación del primer fruto

recuerdo tu camino
y tus campanas
tus alarmas y los besos que perdimos

recuerdo cada temblor tuyo
al partir entre las venas del sueño
tus ojos entrecerrados
y el tierno valle que me ofreciste
y todo lo que dejamos para separarnos
la ceniza cómplice de las veinticuatro horas
la esperanza crispada por el viento
mi propia semejanza
el nacimiento sin número del hombre
mi redada abierta de pulsos y memoria

no hemos sido después lo de esa noche
nos desdoblamos por otros caminos
y nos vertimos indiferentes
en la máscara nacida del reposo y la costumbre
ahora quisiera iluminar hasta el más oculto de nuestros
    segundos
esperar reencontrar nuestra pausa
nuestro túnel de arena
pero se ha hecho demasiado tarde para las hojas de tus
    sueños
para la convergencia que amabas
para el fondo de tus luces

oh lucidez inocencia
perdidas entre el polvo y la renuncia




Es infinita esta riqueza abandonada


esta mano no es la mano ni la piel de tu alegría
al fondo de las calles encuentras siempre otro cielo
tras el cielo hay siempre otra hierba playas distintas
nunca terminará es infinita esta riqueza abandonada
nunca supongas que la espuma del alba se ha extinguido
después del rostro hay otro rostro
tras la marcha de tu amante hay otra marcha
tras el canto un nuevo roce se prolonga
y las madrugadas esconden abecedarios inauditos islas
    remotas
siempre será así
algunas veces tu sueño cree haberlo dicho todo
pero otro sueño se levanta y no es el mismo
entonces tú vuelves a las manos al corazón de todos de
     cualquiera
no eres el mismo no son los mismos
otros saben la palabra tú la ignoras
otros saben olvidar los hechos innecesarios
y levantan su pulgar han olvidado
tú has de volver no importa tu fracaso
nunca terminará es infinita esta riqueza abandonada
y cada gesto cada forma de amor o de reproche
entre las últimas risas el dolor y los comienzos
encontrará el agrio viento y las estrellas vencidas
una máscara de abedul presagia la visión
has querido ver
en el fondo del día lo has conseguido algunas veces
el río llega a los dioses
sube murmullos lejanos a la claridad del sol
amenazas
resplandor en frío
no esperas nada
sino la ruta del sol y de la pena
nunca terminará es infinita esta riqueza abandonada




El brazo


Entrega tu sueño
al pájaro del alba
Tú ya no puedes
penetrar el aire
Vuelve
con los brazos abiertos
en silencio
No despiertes al mar
Entrega tus tambores
No te expliques nada
deja al cielo la noche
Ya es hora
Cada recuerdo queda
con su guerrero propio
No te expliques nada
no pidas el rescate
ni la palabra justa
El nido abre su piel
para alojar tu voz
La rosa del viento
aclara tu alfabeto
Los coros descienden
a la luz de otra luna

Yo entrego mi temor
y la esperanza
Toda noche vuelve
al borde del espejo

Vuélvete
deja tu nombre
y la defensa

En el claro del viento
otra palabra te sorprende

Los árboles giran
quince años atrás
La espesura del alba
ha cambiado los tiempos

Abandona más todavía:
espanto
trinos
el agua de siete colores
tu mano sumergida
aquella rosa
estos labios
y el sombrero
de los cuatro puntos cardinales

Deja fluir tu brazo
sobre el mundo




Una voz solamente


Este juego tuyo
esta ventana

Puedes mirar más lejos
conversar

Otros miran por ti
aprenden
conversan con los dioses

He aprendido
he vivido
hago mi propio juego
es todo lo que tengo

Humilde es el camino
del corazón del hombre
te es dado un solo juego
una voz solamente

He jugado
he mirado
es todo lo que tengo




Todo el viento del mundo


No he de volver al aire. Caminos. Caminos del libre odio, sombras, torpezas que rescatas en la espiral. Serpiente del lanzamiento. Odio, razón de vida, vino del sueño vidente, cosecha entre las rocas. No he de volver al aire. Condena, sospechas, abolición del hermano, cuerpo renegado de un pan sin justicia, cielo negro, tronco hostil, heridas del alba, floración lenta del rechazo.

   No he de volver a la playa secreta ni cosecharé en la noche los frutos ocultos. Caminos del delirio mudo. Separación. Golpes en la muralla. Ilusión taciturna de la palabra-calle de la furia. Allí mismo, flor de la guerra, destrucción del valle, lógica del poder. Tierra de nadie, aridez del rechazo propio. Rechazo de los otros, sangre del desamor. Dominio del cuidado. Estrategia del desprecio. Libre serpiente, sembradora de la renuncia y la negación.

   Nadie se consuela, nadie se compadece en las arenas del desprecio. Los días no colman ninguna ternura. Con los ojos abiertos, con la memoria vacía, asistimos a la fiesta de la destrucción. Ni ellos ni yo. No será para nadie la patria verdadera. No serán para nadie las linternas y la confianza.
Reino de la traición, sin dudas ni dioses. Juegos del odio, milagro de la crueldad.

   Pero el viento prosigue, más allá de la humillación y la alegría, cantando la transformación de los colores, igualando el desprecio con la esperanza, el cuidado con la inocencia. El rechazo, al quedar solo, se hace habitable. Se establece, habla sin declamación ni cálculo.

   Es mi propiedad en la arena. Es una voz al borde de la destrucción. La negación que hace un hombre, todos, más allá del cuidado. Va a nacer del asco un rostro.

   Los ojos abiertos mirarán por fin.

   Alguien es finalmente para sí mismo, para los otros. La catedral del desprecio abre sus ventanas. La libre serpiente llama, descubre. No hay caídas ni impaciencias en esta luna fría. No hay temor en las fronteras del bosque. El reflejo cede ante el agua de la fuente.

   Un nombre. Una lucidez fraternal. Un nacimiento. El mundo llega a ser un tú. Canto. Luz en la piedra fecundada. Nos reconocemos. Luminoso cielo oscuro. Sangre del desamor enamorada. Rostro del hermano. Admisión del sí mismo en el rechazo. Lentamente surge  la compañía de los otros. Un camino. Nos volvemos viento.
Todo el viento del mundo.




A ser otro


he venido a ser otro
a ser el mismo
a entrar salir a estar despierto
no quiero eternizarme en una cara
en  un traspié canal en un cuidado

he venido a ser otro
a convertirme
en cal en hoy en calle
en mi enemigo
he venido a mezclarme
a estar parado
a darme a ser a no mirarme
a no decir ya está he terminado

he venido a estar a empobrecerme
a seguir con mi apuesta
entre los hombres

he venido a morir o no morir
enamorado
a partirme en cielotierra
entre dos pasos
habitando el desamor
y la alabanza


(una primera selección entre 1944-1963)

Edgar Bayley, Todo el viento del mundo: antología poética, Buenos Aires, Colihue, 2015.




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